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Había sido una tarde bastante productiva, volvía deslizándome por el asfalto, sintiendo el viento en mi piel y con los hoyuelos marcados por la sonrisa que llevaba puesta encima. Era la segunda vez que sentía aquellos hermosos labios sobre mi rostro, ya los había sentido otras veces, cuando nos veíamos y nos saludábamos con los típicos dos besos, uno en cada mejilla. Pero por supuesto no me refería a ese tipo de besos, por tonto que parezca, a pesar que no fue un beso apasionado,me gustó, sentir sus labios tan cerca de los míos...aun que hubiera sido por un error de calculo de proximidad de los dos, me sentía feliz, nos quedamos mirándonos durante apenas un par de segundos hasta que pronunció ese adiós con su sonrisa cálida de siempre, que me trajo de vuelta al mundo real.
Esa realidad que a veces me molestaba incondicionalmente, pero que tanto me gustaba cuando las cosas salían, ya que días, noches y tardes, como estas hacen de ella una estúpida pero divertida realidad, en la que la mayoría de las cosas suelen surgir inesperadamente.